Personajes ilustres

San Francisco Solano, hijo de Mateo Sánchez y Ana Ximénez, franciscano evangelizador de América, nació en Montilla en marzo de 1549, en la calle Sotollón, y murió en Lima el 14 de Julio de 1610. No se sabe con exactitud la fecha de su nacimiento, aunque sí la de su bautismo: el día 10 de marzo de 1549, en la Parroquia de Santiago, donde se conserva su partida. Dado que en aquella época se bautizaba a los pocos días de haber nacido, es por lo que algunos autores creen que fue el 5 de marzo cuando vino al mundo.

Estudió las primeras letras con los Jesuitas y, tocado por la vocación religiosa, ingresó en el convento franciscano de San Lorenzo (Montilla), donde realizó el noviciado y tomó el hábito en 1569.

Trasladado al convento de la Recolección de Santa María de Loreto (Sevilla) para completar su formación, estudió filosofía y teología. Allí se ordena y canta su primera misa el 4 de octubre de 1576. Su celo por la cura de almas le empuja a predicar sin desmayo, iniciando este ministerio en Montilla. Para entonces ya mostraba inquietud por la música, afición que creció siendo vicario de coro en Loreto, y compañera fiel después en su estancia sudamericana. Usaba sobre todo el violín.

Desde Montilla prosiguió su periplo misionero por la provincia, creándose un curriculum nada desdeñable. Fue maestro de novicios en el convento La Arruzafa (Córdoba, 1581). En 1583 estuvo en Montoro auxiliando a los afectados por la peste y contrayendo incluso la enfermedad, aunque sanó. En 1586 fue guardián de san Francisco del Monte (Adamuz, Córdoba). A estas alturas de su vida, casi todos los pueblos cordobeses habían oído su palabra, creciendo su fama día a día. Durante su corta estancia (1587) en el convento de San Luis el Real en la Zubia granadina (donde fue recibido con gran admiración), ya le rondaba por la cabeza la idea de marchar como misionero a tierras lejanas.

Solicitó trasladarse a África, aunque dicha petición le fue denegada. No se amedrentó y en 1589 consiguió figurar en el largo pasaje de franciscanos que, a petición de Felipe II, emigraban para evangelizar el Nuevo Mundo. Se embarcó en Sanlúcar de Barrameda el 28 de febrero de 1589 y pisó suelo americano en 1590. Colombia, Panamá, Chile, Paraguay, Argentina, Perú y tantos otros lugares escucharon sus prédicas, estableciéndose finalmente en la capital del antiguo Imperio Inca, donde se convirtió en ferviente defensor de los indios y en predicador incansable hasta su muerte. Sus restos se conservan precisamente en Lima.

Los hechos sobrenaturales que se le atribuyen en vida y su generosa entrega a los demás motivaron su beatificación en Roma por Clemente X (25 de enero de 1675) y su posterior canonización por Benedicto XIII (27 de diciembre de 1726). Era el respaldo oficial de la Iglesia. Sin embargo, mucho antes de que Roma lo elevara a los altares, ya era reconocido como patrono de numerosas localidades americanas y benefactor de su ciudad natal. Montilla votó públicamente su patronazgo merced a la gestión conjunta promovida en tal sentido por los marqueses de Priego y los Cabildos secular y eclesiástico el 14 de marzo de 1647. Su bula fue aprobada definitivamente por Benedicto XIV en 1745.

Juan de Ávila nace en Almodóvar del Campo (Ciudad Real), el 6 de enero de 1500. Todavía muy joven fue a Salamanca, donde estudió Derecho; volvió a su casa donde se ejercitó en sacrificios y en la práctica de todas las virtudes. Marcha a Alcalá donde estudia Filosofía y Teología. Llegó a ser un gran humanista. Ordenado sacerdote, llega a Sevilla con la intención de embarcar para las Indias. Pero, convencido por el arzobispo, se quedó en Andalucía donde predicó infatigablemente hasta merecer el apelativo de “Apóstol de Andalucía”. No sólo en vida, sino también después de su muerte, con sus cartas, pláticas, sermones y escritos, llenos de unción evangélica, ha influido poderosamente en la historia de la espiritualidad española y universal.

En su retiro montillano dirigió a la venerable condesa de Feria, escribió gran parte de su epistolario, envió los Memoriales al Concilio de Trento y los Avisos al de Toledo, consolidó su escuela sacerdotal, aprobó el espíritu y vida de Sta. Teresa de Jesús, corrigió el “Audi, Filia”, oyó de manera maravillosa las tiernas palabras de Cristo Crucificado, predicó, oró y sufrió. Murió en Montilla (Córdoba), el 10 de mayo de 1569. Según su voluntad, fue enterrado en la iglesia de la Compañía de Jesús, pues al decir de Fray Luis de Granada, “a los que tanto había amado en vida, quiso dejarles en testamento su cuerpo”. Fue canonizado por Pablo VI el 31 de Mayo de 1970. Pío XII lo nombró patrono del clero secular español, el 2 de julio de 1946.

El 7 de octubre de 2012, en la Catedral de La Almudena de Madrid, el papa Benedicto XVI proclamó a San Juan de Ávila Doctor de la Iglesia Universal.

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